Cualquiera que piense en los obispos como hombres mayores se sorprenderán cuando conozcan a Mar Chimon Daniel, de Irak. Tiene 32 años y a pesar de su corta edad, tiene carga por los jóvenes y trabaja con un claro objetivo por ellos. El obispo es un hombre sorprendente que rechazó abandonar su país pese a haber tenido atractivas ofertas en el extranjero.
Desde que fue ordenado obispo, se dejó crecer la barba, lo que le hace parecer un poco más mayor. Su vestimenta muestra autoridad: una larga sotana negra, un fajín rojo alrededor de su cintura y una cruz dorada con varias piedras preciosas rojas colgando del pecho. En septiembre del año 2021 fue ordenado obispo de la Antigua Iglesia del Este y le asignaron un nuevo nombre: obispo Mar Chimon Daniel. Ser obispo no ha cambiado su entrañable amor por las generaciones más jóvenes de su país ni por las personas emocionalmente heridas o traumatizadas.
«Estamos empoderando a nuestros líderes jóvenes».
«La mayoría de nuestras actividades en Irak se enfocan en llevar la esperanza de Cristo a la vida de nuestros jóvenes. Así que tenemos —y tendremos más— centros de atención postraumática, a los que llamamos “Centros de Esperanza”. También ofrecemos formación profesional para jóvenes, para que aumente la posibilidad de encontrar oportunidades de trabajo en Irak. Además de eso, estamos capacitando en liderazgo, estamos empoderando a nuestros líderes jóvenes».
Durante esa capacitación aprenden «sobre la enseñanza básica de liderazgo que da nuestro Señor Jesucristo. Qué relación tiene el liderazgo con nuestra fe y cómo llegar a ser un líder próspero. Una de las cosas en la que nos estamos enfocando es en formar nuevos líderes de la generación joven, para que puedan exigir sus derechos, luchar por su comunidad y arreglar o resolver los muchos problemas que enfrentamos».
«Esto se convirtió en una de mis prioridades como obispo. Pido a todos los sacerdotes de las parroquias que se concentren más en trabajar con los jóvenes, para traerlos de regreso a la iglesia. Creo que la juventud es nuestro presente y nuestro futuro. Si no los tenemos hoy, la iglesia no tendrá futuro. Queremos fortalecer el vínculo y la relación que tienen los jóvenes con la iglesia, y también, la iglesia con los jóvenes».
El obispo tiene un sueño para los iraquíes: «Sueño que cumplan sus deseos y que sean más resilientes para que puedan trabajar en su existencia. La nuestra está ahora amenazada y muchos de los jóvenes solo piensan en irse, en salir de Irak». Destaca que los cristianos son un grupo religioso muy antiguo en el país. «Estamos trabajando muy duro para preservar nuestra existencia. Mi gran sueño es que la juventud se quede». Pero no simplemente que se queden, sino «que se conviertan en sal y luz de este país. Realmente los necesitamos para que, en el futuro, guíen a nuestra comunidad a un lugar mejor».
Según el obispo, los jóvenes iraquíes comparan las oportunidades que tienen en Irak con las del exterior, que son más. «Por eso estamos intentando en gran manera darles mejores oportunidades aquí. Estamos haciendo cosas que no tenemos que hacer como iglesia —cosas que el gobierno debería estar haciendo— para animar a nuestra juventud a quedarse».
Otro desafío es la vida de los jóvenes que emigraron. «Los cristianos abandonan el país, se olvidan de todo lo que dejan atrás y comienzan una nueva vida en los países occidentales. Eso es lo que les está pasando a nuestros jóvenes, que se están olvidando de sus raíces, de su identidad», dice el obispo.
A pesar de que muchos de su generación abandonaron el país, el joven obispo se quedó. «Decidí tener un papel en la reconstrucción de este país. Soy un ejemplo para todos los jóvenes y siempre les digo que antes de decidir irse del país, sólo traten de pensar que van a perder muchas cosas».
Pero, ¿qué puede ofrecerles la iglesia? «La iglesia está dando oportunidades para estudiar gratis en los colegios y universidades, y está hablando con los funcionarios para encontrar posibilidades de trabajo. También les presionamos para que hagan leyes que preserven los derechos de los cristianos en este país».
Trabajar con jóvenes no significa ver cambios instantáneos. Hace años, siendo ya sacerdote, el obispo Daniel emprendió un camino «lleno de desafíos» con la juventud. Aunque la gente esperaba frutos rápidos, él les decía que tuvieran paciencia. «Cuando me convertí en obispo, comencé a ver algunos de estos frutos. La vida de los jóvenes se ha transformado positivamente. La mayoría de ellos se volvieron más responsables, más comprometidos con la iglesia y lo compartían con sus familias y amigos. Fue muy bueno ver en nuestra juventud más responsabilidad, más resiliencia y también que tuvieran una visión».
«Podemos olvidar a las personas que nos persiguieron, pero no a quienes nos apoyaron».
«Comenzaron a compartir esa visión con su comunidad. Cuando creen en su visión, pueden lograrlo. Esa fue una de las cosas más importantes que nuestros jóvenes aprendieron en este viaje y doy gracias a Dios porque ahora, la mayoría de ellos han encontrado su visión y la manera de implementarla en su comunidad».
La iglesia iraquí no puede hacer esto por sí sola, ya que su existencia está amenazada. «Estamos enfrentando una crisis, ¿nos vas a ayudar?». Él espera que la ayuda llegue antes de que más jóvenes abandonen el país. «La existencia de la iglesia depende de nuestros hermanos en el mundo occidental. ¿Nos apoyarás o no? Creemos que la iglesia es un cuerpo, estamos juntos en esto. Nosotros en Irak estamos luchando en primera línea en nombre de nuestros hermanos en el mundo occidental. Por eso es relevante que ores por nosotros, que te solidarices con nosotros, que nos apoyes económicamente».
«Sin ayuda no podemos ejecutar los programas con los jóvenes y con los Centros de Esperanza, ni las capacitaciones vocacionales que tenemos con los ellos. Agradezco la ayuda que estás brindando a los Centros de Esperanza aquí en Irak. Con ella podemos lograr programas que son esenciales para nuestra comunidad. Siempre digo que podemos olvidar a las personas que nos persiguieron, pero no a quienes nos apoyaron».