A pesar del peligro, la madre de Hannah oraba cada día, a veces incluso a la vista. En su lecho de muerte, le dijo a sus hijos que estuviesen siempre agradecidos y que orasen. «En la vida hay problemas», decía. «Si hay problemas tienes que orar». Pero nunca les explicó cómo.
Lo único que podían entender era «¡Hananim! ¡Hananim! ¡Señor, señor! Ayuda…». Un día, Hannah tuvo que acudir a Hananim. ¿Respondería Dios a su oración?