Bijli* está de pie en el patio de su escuela, haciendo un dibujo en la tierra con un palo. Dibuja una figura que se parece a ella, una chica con pelo corto y un vestido. Luego dibuja a otros niños. Uno de ellos le da la mano a la niña. Otro tiene una pelota para jugar. Todos tienen grandes sonrisas.
Ella mira a los otros niños en el patio de recreo. La escena se parece un poco a su dibujo de tierra, excepto porque nadie está jugando con ella.
Se da cuenta de que un par de niñas se susurran entre sí y la miran. Bijli rápidamente mira hacia abajo y se queda mirando fijamente a su dibujo, pero es demasiado tarde: han empezado a caminar hacia ella.
«¿Qué estás haciendo?», pregunta una de las chicas.
«Acabo de dibujar...», Bijli tartamudea, señalando su dibujo en la tierra. Una de las chicas lo pisa con el pie, borrando las sonrisas dibujadas por Bijli.
«Mi madre dice que tu familia es infiel», dice otra chica.
«No somos infieles», responde Bijli, comenzando a llorar.
«¿Estás diciendo que mi madre está mintiendo?» La chica empuja a Bijli, y ella cae al suelo, donde estaba su dibujo. Las chicas se ríen y huyen. Bijli se queda en el suelo, con lágrimas corriendo por su cara.
La familia de Bijli es una de las pocas familias cristianas de su aldea en Bangladés. Su padre, Badol*, es conductor de automóviles. Badol sonríe mientras dice: «En mi familia, mi padre fue el primer creyente, luego mis hermanos se convirtieron, y después de eso, yo acepté a Jesucristo». El padre de Badol recibió formación bíblica a través del trabajo de los colaboradores locales de Puertas Abiertas, y ahora es uno de los líderes de la iglesia.
«Nadie quiere hablar, comunicarse ni tener nada que ver con nosotros».
Badol, de Bangladés.
El rechazo y el aislamiento son especialmente duros para Bijli, de once años. «Mis amigos no quieren jugar conmigo. Me empujan», dice. Su madre, Maya*, explica que a veces Bijli llega a casa llorando porque sus supuestos amigos la han atacado. «Bijli viene y dice: “Mamá, me han pegado. Dicen que somos cristianos. No nos permiten unirnos a ellos"».
Afortunadamente, Bijli tiene a su hermano para jugar en casa, Mohon*, de seis años. «Lo amo», dice Bijli. Hacen fortalezas de almohadas, construyen castillos de arena y juegan a esconderse, como los niños de todo el mundo. Además, hay algunos otros niños cristianos en la aldea con quienes pueden jugar.
«Pero no puede jugar con los niños musulmanes», dice Maya.
Es una tarde nublada de diciembre cuando Bijli y su familia llegan a la celebración de Navidad organizada por los colaboradores locales de Puertas Abiertas. Después de horas de viaje, finalmente llegan a un recinto cristiano en las afueras de la ciudad, un lugar seguro.
«¿Sabéis por qué estamos aquí?», Badol pregunta a Bijli y Mohon, sonriendo.
«¡Para celebrar el nacimiento de Jesús!», responde Bijli emocionada. «¡Estoy deseando cantar y bailar!»
«¡Quiero comer el pastel de cumpleaños de Jesús!», dice Mohon, recordando la enorme tarta del año pasado. Nunca había visto una tarta tan grande. Sus padres se ríen.
Bijli y Mohon siguen adelante mientras sus padres caminan lentamente con sus bolsas, cansados por el largo viaje. El camino está rodeado por árboles que tienen luces de colores colgadas entre ellos. Las luces no se notan tanto con el sol de la tarde, pero a medida que la noche se acerca brillan y centellean, haciendo que parezca lo que es: una gran fiesta.
Badol y Maya sonríen al acercarse al comedor exterior donde algunas familias ya están sentadas, hablando, riendo y bebiendo tazas de té caliente. Algunos colaboradores de Puertas Abiertas se levantan para saludarles y coger sus bolsas, y otros rostros familiares sonríen y les saludan.
Maya, de Bangladés.«Somos cristianos, pero en el pueblo, los musulmanes son la mayoría. Nos dicen: “Iros de aquí, sois cristianos”. No nos permiten acercarnos a ellos».
Bijli ve a un grupo de chicas hablando y mirándola. Pero ahora ella no tiene miedo.
Una de las chicas camina hacia ella. «Íbamos a jugar al escondite. ¿Os gustaría a ti y a tu hermano jugar?»
Pronto habrá 100 familias cristianas en la celebración, todos creyentes de origen musulmán que vienen de comunidades rurales aisladas, como la familia de Bijli. Para algunos, esta será la primera vez que se reúnen con tantos otros creyentes, y la primera vez que celebrarán la Navidad.
Una vez que la mayoría de la gente ha llegado es hora de cenar. Maya disfruta comiendo una comida que no ha tenido que cocinar ella misma. Bijli y Mohon cenan tan rápido como pueden para poder continuar jugando.
En un momento de la cena, una mesa estalla en una canción de alabanza a Jesús. El resto de la sala se une, aplaudiendo y disfrutando de la libertad de cantar sus alabanzas a Dios a todo pulmón, sin temor a quién pueda estar escuchando. «No podemos celebrar de esta manera en el pueblo debido a las restricciones y el miedo a la persecución», explica Badol.
Pero esa explosión de canciones es sólo una muestra de lo que está por venir. No pasa mucho tiempo antes de que el sonido de los tambores se pueda oír desde la sala de arriba donde están comiendo, la sala principal donde las celebraciones tendrán lugar.
Bijli está emocionada de escuchar el comienzo de la música. Toma a su hermano de la mano y se apresuran a quitarse los zapatos al final de las escaleras. Luego corren hacia arriba saltando los escalones. Cuando entran en el salón, ya hay gente bailando y cantando, y más gente viene detrás de ellos para unirse a la fiesta. Todos están vestidos con sus mejores galas. Hay un arco de globos rojos, verdes y blancos sobre el escenario donde la banda está tocando los instrumentos.
Hay fiestas como esta en el pueblo para el final del Ramadán, o para celebrar la boda de alguien, pero Bijli y su familia no pueden participar. Ella puede oler la comida cocinándose, y escuchar la música, y se entera de ellas en la escuela al día siguiente, pero no puede participar.
Pero esta fiesta es diferente. Esta noche, Bijli sabe que es bienvenida.
Comienza una canción que Bijli no ha escuchado antes. Es una canción con preguntas y respuestas, así que es fácil unirse. «¡El nombre de Jesús es tan bueno!» canta Bijli, bailando en círculo con Mohon.
En un momento de la noche, la música se detiene, y todos se sientan en el suelo. Uno de los líderes habla por un micrófono y pregunta: «¿Quién está aquí para celebrar la Navidad por primera vez?» Docenas de manos se levantan.
«Estamos aquí para celebrar a Emmanuel; cuando Jesús nació, Dios vino para estar con nosotros aquí en la tierra. Y está con nosotros todo el tiempo. Él promete no dejarnos nunca».
«¿Está incluso con nosotros en el pueblo?», le pregunta Bijli a su madre, susurrando.
«Sí, querida», responde.
«¿Incluso cuando estoy en la escuela?»
«Sí, Bijli. Jesús siempre está contigo».
Al día siguiente, un equipo de Puertas Abiertas habló con Bijli y su familia, para preguntarles si están disfrutando de las celebraciones. Badol dice: «Estoy muy feliz de estar aquí. Estamos celebrando el cumpleaños de Jesús, cantando villancicos y jugando. Me siento muy bien».
Maya añade: «Me encantan las canciones, cortar el pastel, ¡me encanta todo! Cuando venimos aquí tenemos alegría y paz, cantamos canciones y bailamos. No podemos celebrar así en nuestro pueblo».
Ella desea que más creyentes puedan participar en tales celebraciones. «Si pudiéramos hacer un gran programa sobre Jesús en diferentes lugares, los creyentes crecerían espiritualmente».
También están contentos de que las celebraciones den a Bijli y Mohon la oportunidad de conocer a muchos otros niños cristianos y aprender más sobre su fe. Badol dice: «Están aprendiendo muchas cosas nuevas, no tienen esta oportunidad en el pueblo».
«Me gustan las canciones, el baile y la celebración del nacimiento de Jesús».
Bijli, de Bangladés.