Sin duda, el Proyecto Perla fue un milagro, pero no fue únicamente un gran milagro. En realidad, fue una serie de pequeños milagros, ya que cada paso e incidente parecían implicar un acto sobrenatural. Sin embargo, después de que
se terminó el proyecto, miramos hacia atrás y decimos que es un gran milagro, pero hubo muchos obstáculos a los que enfrentarse para que este milagro sucediera.
El visionario del Proyecto Perla, Doug Sutphen, era un hombre de una gran fe. Cuando Dios le habló, tomó el mensaje al pie de la letra y creyó que Dios permitiría que sucediera.
Su fe no era ciega. Doug estudiaba la Biblia para encontrar ejemplos y principios. Le impresionó especialmente la historia de Nehemías en el Antiguo Testamento. Nehemías recibió una visión y una llamada en su tiempo de oración. Investigó y actuó con autoridad.
Sin embargo, los obstáculos son realmente desafíos para nuestra fe. Nehemías tuvo muchos detractores y críticos, pero mantuvo su mente centrada en la promesa de Dios y en la obra que tenía entre manos.
El apóstol Pablo también se enfrentó a muchos adversarios. Le dijo al Rey Agripa que «no fue rebelde a la visión celestial» (Hechos 26:19), a pesar de que su predicación sobre ello fue la razón por la que sus enemigos intentaron matarlo repetidamente.
Un colaborador de Puertas Abiertas estaba visitando a un pastor cubano que estaba experimentando graves dificultades y penurias. Le preguntó: «Con todos estos problemas, ¿nunca quieres rendirte?» El pastor sonrió y simplemente respondió: «¡Si
no hubiera batallas, no habría victoria!» Alguien dijo una vez: «Lo que no me mata, me hace más fuerte».
Amy Carmichael, una misionera del siglo pasado que sirvió durante 55 años sin descanso en India, dijo: «Tendremos toda la eternidad para celebrar las victorias, pero solo unas pocas horas antes del atardecer para ganarlas».
Vivimos y trabajamos en medio de una batalla espiritual: el Reino de la Luz contra el reino de las tinieblas. Nuestro adversario, Satanás, quiere hacernos tropezar, pero nuestro deber es quitar todo aquello que nos entorpece y «correr
con paciencia la carrera que tenemos por delante», y mantener nuestros «ojos puestos en Jesús» (Hebreos 12:1-2).
Del mismo modo, tenemos toda la armadura de Dios para ayudarnos. Por lo tanto, corremos, andamos, o permanecemos por fe y no por vista, sin importar los obstáculos y especialmente frente a ellos. En los años que hemos estado enseñando Standing Strong Through The Storm (Firmes
en la Tormenta), había una oración que compartíamos y recomendábamos a los participantes que dijeran cada mañana. Es de gran ánimo para enfrentarse a los obstáculos del enemigo:
Padre celestial, tu guerrero se prepara para la batalla.
¡Hoy reclamo la victoria sobre Satanás poniéndome toda la armadura de Dios!
Me pongo el cinturón de la Verdad, para permanecer firme en la verdad de tu Palabra para no ser víctima de las mentiras de Satanás.
Me pongo la coraza de la Justicia, que guarde mi corazón del mal para que permanezca puro y santo, protegido bajo la sangre de Jesucristo.
Me pongo las sandalias de la Paz, para que salga y proclame las buenas nuevas del evangelio para que tu paz brille a través de mí y sea una luz para todo el que me encuentre.
Tomo el Escudo de Fe, para que esté listo para desviar los dardos ardientes de Satanás, llenos de duda, negación y engaño, para que no sea vulnerable a la derrota espiritual.
Me pongo el casco de la Salvación, para mantener mi mente enfocada en ti para que Satán no tenga una fortaleza en mis pensamientos.
Tomo la Espada del Espíritu, para que la espada de doble filo de tu Palabra esté lista en mis manos para que pueda usarla y tener autoridad sobre el enemigo.
Por fe, tu guerrero se ha puesto toda la armadura de Dios.
Estoy preparado para vivir este día en victoria espiritual.
Amén.