Cuando Samil* se unió a un club de fútbol local, poco podía imaginar que iniciaría un camino de fe que transformaría su vida, pero que le acarrearía la persecución de sus más allegados.
El club fue fundado por el líder de jóvenes de una iglesia local. Samil creció como musulmán y no tenía ningún interés en el cristianismo, pero estaba desesperado por encontrar un lugar donde practicar deporte. Hizo nuevos amigos y acabó asistiendo
a un evento juvenil que le inspiró para ir de vez en cuando a la iglesia. Al poco tiempo, Jesús le cautivó y decidió entregar su vida a Cristo. Estaba tan entusiasmado con esta decisión que no tardó en contar a los demás su nueva fe, incluso en la mezquita.
«Yo era, podría decirse, un niño en la fe».
Samil
«Iba a la mezquita a compartir el Evangelio los viernes, cuando era día de oración», recuerda Samil. «Llevaba conmigo Nuevos Testamentos. Entonces tenía muy pocos conocimientos, pero sentía una gran pasión por hablar a la gente de la esperanza que pueden
encontrar en Jesús».
Es un enfoque que adoptó tras el funeral de su abuela, para gran enfado del mulá (un maestro islámico), que acusó falsamente a Samil de aceptar dinero para convertirse al cristianismo. A pesar de su fervor, a Samil le costó rebatir los comentarios del
mulá. «Yo era, podría decirse, un niño en la fe», dice. «Me sentía muy confuso».
Sin desanimarse, Samil empezó a asistir a la capacitación impartida por los colaboradores locales de Puertas Abiertas, que le dotaron de los conocimientos y la confianza necesarios para articular su fe y responder a las preguntas.
Pero esto supuso un nuevo reto, porque cuanto más hablaba Samil de Jesús, más expuesto estaba a la oposición. Incluso su madre, que había expresado cierto interés por el cristianismo, instó a Samil a alejarse de la iglesia y de la fe en Jesús, tal era
su temor a las consecuencias.
En ese momento, la hostilidad sólo procedía de la población local, incluidos los vecinos, pero todo cambió un año al comienzo del Ramadán. El mulá visitó la casa de la familia para rezar una oración en honor de su abuela, tras lo cual Samil comenzó
a hacerle preguntas sobre el islam. Incapaz de responderlas, el mulá se enfureció y dijo a los padres de Samil que le habían lavado el cerebro.
De repente, el padre de Samil se vio presionado para que hiciera algo con respecto a la fe de su hijo. «Cada vez que alguien venía a casa, sabía que hablarían de mí, y eso le dolía mucho a mi padre, que me oprimía», dice Samil.
También recibía presiones de su hermana y su marido, que también es mulá. Tras hablar con Samil, su cuñado le dijo: «Ya no será una persona normal, no hay esperanza para Samil, ya le han lavado el cerebro». Los dos se negaron a tener relación alguna
con Samil.
«Mi padre se puso furioso. Me pegó, pero yo no sentí ningún dolor, y me echó de casa».
Samil
Cuando su madre murió trágicamente de cáncer de intestino, Samil no sólo perdió a su madre, sino también a la única persona en la que podía confiar para que le apoyara. «Aunque no estaba de acuerdo con mi decisión de convertirme, mamá me comprendía»,
dice. «Lo único que me consuela es que, tres días antes de su muerte, mi madre aceptó a Cristo. Oramos juntas. Estoy seguro de que está con el Señor».
Tras la muerte de su madre, el mulá siguió poniendo al padre de Samil en su contra, y las cosas llegaron a un punto crítico cuando Samil iba a casarse con una mujer cristiana. En contra de la tradición, decidieron que no presidiera la ceremonia un mulá.
«Mi padre se puso furioso. Me pegó, pero yo no sentí ningún dolor, y me echó de casa», cuenta Samil, que tuvo que caminar por las calles en mitad de la noche, sin saber adónde ir ni qué hacer. «Entonces una de mis hermanas, Amira*, me abrió la puerta
en secreto y entré en mi habitación. Es la única persona de mi familia que me comprende y no se opone a mi fe, aunque está muy lejos de aceptar a Cristo».
«Es muy difícil para mí soportar la persecución dentro de la familia», continúa Samil. «Pero a lo largo de los años, Dios ha hecho mucho. He visto muchos milagros de Dios. Por ejemplo, mi mujer es una respuesta maravillosa de Dios. Todos
los familiares decían que nadie querría casarse conmigo por ser un “traidor a la fe”. Pero Dios me dio una esposa maravillosa, amable y creyente, tenemos una hija que está creciendo y ahora esperamos un segundo hijo».
«Cambió mi actitud hacia las mujeres», añade. «Creía que las mujeres no tenían valor en comparación con los hombres, pero ahora comprendo que en Dios hombres y mujeres son iguales. En medio de la persecución, Dios me ayudó a través de las mujeres: primero
mi madre, ahora mi esposa y mi hermana».
La oposición persiste, pero Samil sabe que no está solo. «Pase lo que pase, Dios no me abandona. Me levanto cada mañana a las 5:00 para orar, hacerle preguntas, a veces gritarle con lágrimas. Y Él responde a mis oraciones. Dios nunca me ha abandonado
en ninguna dificultad. La paz siempre llega al corazón. Sí, no he visto grandes milagros, pero el mayor es el milagro de la tranquilidad, la paz en el alma».
«Dios también cambió mi actitud ante la persecución, antes me resultaba difícil amar a la gente que me odia y me hace daño por mi fe, ahora puedo bendecirles, puedo orar por ellos».
Ora por los cristianos como Samil, que corren un mayor riesgo de persecución durante el Ramadán, el mes islámico anual de ayuno para buscar a Alá. Esto incluye a los cristianos clandestinos, que pueden tener dificultades para permanecer ocultos durante
este mes, especialmente si no se les ve observando el periodo de ayuno.
*Nombre cambiado por motivos de seguridad
Señor, te doy gracias por el testimonio de Samil. Te pido que sigas trabajando en su vida, para que él pueda conocerte personalmente, y que tú hagas de él un reflejo de tu luz. Oro para que, a través de su vida, muchos puedan conocerte. También te pido que durante el Ramadán la fe de creyentes como él no falte. Amén.