No es habitual que podamos compartir historias de Brunéi, ya que los cristianos representan solo el 12% de la población total en este pequeño país asiático de más de 445 000 habitantes. A muchos de estos creyentes les resulta extremadamente difícil vivir abiertamente su fe; hablar de su Dios podría ponerles rápidamente una diana en la espalda.
Este reto es aún mayor para los jóvenes en lugares como las universidades. Al tratarse de un país musulmán, los estudiantes cristianos son a veces los únicos creyentes en su escuela que difieren de la religión mayoritaria. A muchos les resulta difícil hacer amigos a menos que se ajusten a los patrones y estilos de vida de sus compañeros musulmanes.
La joven Lina* nos ha compartido una idea de lo que significa ser una universitaria que sigue a Jesús en Brunéi, y por qué tenemos que orar por toda nuestra familia brunesa.
Lina recuerda lo asustada que estaba cuando sus amigos la acorralaron y empezaron a gritarle. Estaba en el albergue en el que se alojaba mientras estudiaba cuando, de repente, se acercaron a ella, visiblemente enfadados.
Todo por el libro que llevaba en las manos.
«Me preguntaron que por qué llevaba una Biblia a la escuela», recuerda Lina. «Eran mis amigos. Estaba muy asustada, tenía miedo de ofenderles, de equivocarme; nunca les había visto tan enfadados».
Ella creció en un hogar cristiano en Brunéi y, hasta que se mudó para ir a la universidad, nunca pensó que ser cristiana ofendería a sus compañeros. Nuestros colaboradores locales la conocieron por primera vez en un campamento juvenil que organizaron para creyentes de esta zona de Asia con el fin de ayudar a jóvenes cristianos como ella a crecer, madurar y mantenerse firmes en su fe. En los últimos años, afirman que han observado un aumento del número de jóvenes que deciden seguir a Jesús a pesar de que sus compañeros les exigen a diario que abandonen su fe y se conviertan al islam. Tras conocer a Lina, nuestros colaboradores se sintieron inspirados por su vulnerabilidad y fortaleza.
«Me preguntaron que por qué llevaba una Biblia a la escuela. Eran mis amigos, pero nunca les había visto tan enfadados».
Esta joven cristiana está agradecida de poder compartir su historia, con la esperanza de que ayude a sus hermanos de todo el mundo como nosotros a entender cómo es la vida de los cristianos en Brunéi y las presiones diarias a las que se enfrentan en una cultura hostil a su fe.
En esta pequeña nación de la isla de Borneo, ser cristiano no es un delito. Hay varias iglesias, y los creyentes pueden participar en diversas actividades eclesiásticas dentro de sus muros. Pero la creciente implantación de la sharía (ley islámica) tanto a musulmanes como a no musulmanes tiene como objetivo hacer del país un lugar totalmente islámico, y hace que cada vez sea más difícil para los cristianos vivir en una cultura hostil a su fe. Siempre existe la posibilidad de que los creyentes ofendan o sean acusados de difundir el evangelio a los musulmanes del país. Por eso, los creyentes de Brunéi siempre tienen que actuar con cautela.
En un momento en que la mayoría de los estudiantes universitarios de otros países están descubriendo quiénes son y aprendiendo a expresar su identidad individual y sus creencias de forma auténtica, Lina y la mayoría de los estudiantes cristianos como ella se ven obligados a ocultar quiénes son y a buscar formas clandestinas de desarrollar su fe.
En la universidad, Lina debe llevar un hiyab como todas las estudiantes. Es una de las normas que debe cumplir.
«Todas las mujeres deben llevar hiyab, independientemente de su religión», explica. «Aunque mis compañeras de habitación saben que soy cristiana, también me obligan a vestir como ellas».
Fuera de la universidad, se le permite llevar lo que quiera pero, de nuevo, la vida sería extremadamente difícil si eligiera tener un aspecto diferente. «La presión de los compañeros es real», denuncia Lina. «Así que llevo mi hiyab incluso cuando estoy fuera del albergue también».
Incluso ha llegado a esconder su collar con una cruz. «Si lo ven, me acusarán de difundir el Evangelio», asegura, y añade que las Biblias están prohibidas en el albergue porque la mayoría de los estudiantes y profesores son musulmanes.
«Aunque mis compañeras de habitación saben que soy cristiana, también me obligan a vestir como ellas».
Para evitar más conflictos, ha dejado de publicar versículos de la Biblia y sermones que le gustan en sus redes sociales, consciente de que podría provocar una ruptura en sus relaciones con sus amigos.
A igual que los más de 360 millones de cristianos perseguidos alrededor del mundo que se enfrentan a diario a presiones y discriminación por su fe, Lina continúa siguiendo a Cristo de formas menos visibles.
Ahora, en lugar de abrir la Biblia en su regazo, utiliza la aplicación en su teléfono para leer el Evangelio. Llama menos la atención y le permite crecer en su fe.
«Nadie puede impedirme que mire el teléfono», asegura. «Es demasiado arriesgado llevar una Biblia física».
*Nombres cambiados por motivos de seguridad.
Señor, te pido por protección y paz para los creyentes de Brunéi ante la implantación de la ley sharía. Bendice la fe de los jóvenes creyentes como Lina para que puedan encontrar maneras de conocerte en profundidad y de hablar de ti. Cambia los corazones de todos los detractores del cristianismo en Brunéi y de su primer ministro con tu amor y tu poder. Amén.