Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.
Juan 15:4
El fruto del Espíritu Santo es algo que, por mucho que nos esforcemos, nunca podremos producir si no permanecemos en Cristo. ¿Qué significa permanecer en Cristo? Es como tener una gran amistad que se ha mudado lejos y hacer todo lo posible por mantener esa relación viva. Lo que hacemos es escribir y leer mensajes de texto, hablar por zoom, hablar con nuestros amigos de esa persona y estar con gente que también le aman.
Los textos que Cristo nos escribe son versículos de la Biblia. No dependemos de ninguna tecnología para hablar directamente con Él, tenemos conexión directa en cualquier momento por medio de la oración. Tenemos gente que le aman y nos ayudan a conocerlo mejor y tenemos la posibilidad de darle a conocer a otros por medio de nuestras vidas, acciones y palabras.
Cuando te mantienes unido a Cristo así, el fruto del Espíritu brota de tu vida. ¿Y en qué consiste ese fruto?
Una parte del fruto del Espíritu es amor. Dhea, una cristiana de trasfondo musulmán en Asia central ilustra cómo uno puede amar por medio de la vida del Espíritu Santo en su vida. Su familia la rechazó por decidir seguir a Cristo y tuvo que mudarse a otro país para dejar de sufrir los ataques que recibía de su familia, vecinos y autoridades.
Ahora, estando en su país nuevo, acoge a sus antiguos vecinos en su casa para ayudarles a recibir atención médica que no recibirían en su propio país. Ellos aceptan toda la ayuda que les brinda incluso la comida que les prepara. Sin embargo, porque es cristiana, no quieren comer con ella.
Dhea dice que cuando esto ocurre, se le seca el amor. Ya no puede amar a estas personas por sí misma. Necesita el amor de Dios en ella para amar a los que le rechazan. Esa es la manifestación del fruto del Espíritu Santo en su vida. Amando a otros cuando su amor se ha agotado.