Desde febrero de 2021, la situación ha empeorado para los cristianos. El ejército se impuso y reestableció la junta militar que gobernó el país durante casi 50 años en la segunda mitad del siglo XX. El poder militar persigue a los seguidores de Jesús, destruyendo iglesias y matando a cooperantes y pastores cristianos.
Esta situación es la causante de que Myanmar ocupe el puesto número 14 entre los países más peligrosos para los cristianos de la Lista Mundial de la Persecución 2023 de Puertas Abiertas.
Ko Aung* es colaborador local de Puertas Abiertas en Myanmar, y ha vivido en primera persona la persecución. Cuando se convirtió al cristianismo, ya sufrió presiones sociales y familiares por parte de su entorno budista. «Cuando decidí seguir a Jesús, mi familia me dijo que me rechazarían y no recibiría ninguna herencia» recuerda. «Me preguntaron por qué había aceptado a Cristo si el budismo era la religión mayoritaria, y [me dijeron] que al abandonar mi religión estaba abandonando a mi país».
Esta era la primera pero no la última vez que Ko Aung iba a ser perseguido por su fe. Y lo que nunca imaginó era que iba a tener que huir del país que amaba.
«Había una alta probabilidad de que fuera vigilado y arrestado por acusaciones falsas».
Después de ser rechazado por su familia, Ko Aung abandonó su aldea y se marchó a Yangon, la ciudad más grande de Myanmar. Se quedó a vivir y trabajar allí hasta que el COVID-19 azotó a la ciudad y tuvo que volver a su casa.
Pero Dios utilizó su regreso a casa para servir a la comunidad cristiana de Myanmar, que sufrió mucho durante la pandemia. Ko Aung era uno de los colaboradores que cooperaba con Puertas Abiertas para ayudar a los cristianos con necesidades urgentes. «Durante la pandemia, los cristianos estaban más afectados que otras comunidades porque vivían en zonas más apartadas», recuerda Ko Aung. «Su forma de ganarse la vida consiste en vender productos agrícolas en los mercados fuera de su aldea. Pero el coronavirus trajo restricciones de desplazamiento, lo cual obstaculizaba su medio de subsistencia básico».
«Repartíamos entre los creyentes productos básicos como arroz y aceite. También les suministrábamos Biblias e himnarios para apoyar su crecimiento espiritual». La situación de los cristianos durante la pandemia fue dura, pero Ko Aung lo recuerda con gratitud por la provisión del Señor. «[Los cristianos] estaban tan agradecidos por las ayudas que nos invitaron a volver a visitarles. Yo no tenía iglesia en mi aldea, de modo que era muy agradable reunirme con ellos en su comunidad. Además, tenía buenas relaciones con los pastores».
Las donaciones y las oraciones de los colaboradores de Puertas Abiertas de todo el mundo supusieron una gran ayuda para estos cristianos que no tenían nada, y le demostraron a Ko Aung que existe una familia global de cristianos que les aprecia y ama a la gente que él servía.
Pero entonces, a principios de 2021, se produjo el golpe de estado.
Ko Aung empezó a darse cuenta de los nuevos peligros cuando, de repente, dejaron de funcionar algunos de sus recursos básicos. «Un día, me di cuenta de que una aplicación de banca había dejado de funcionar. Al mes siguiente, otra aplicación era bloqueada. Ya no podia realizar ninguna transacción a través de las aplicaciones y no podía retirar ni recibir dinero en mi cuenta». La situación empeoró de forma alarmante. «Al poco tiempo, el acceso a mis cuentas digital estaba completamente bloqueado. Intenté abrir una nueva cuenta, pero el banco me dijo que no era posible porque mi tarjeta nacional de identidad había sido señalada».
Ko Aung se dio cuenta del peligro real que corría debido a todas las personas con las que estaba en contacto. «Las fuerzas militares a menudo señalan como enemigos a los cristianos porque muchos residen en zonas de organizaciones armadas étnicas (OAE)», explica Ko Aung. Las OAE son milicias que alegan representar a una población étnica. Desde que primero gobernaron las fuerzas militares, las OAE siempre han formado parte de la estructura social de Myanmar, ya sea por medidas políticas o por conflictos armados. Algunos de los grupos étnicos del país están conformados por cristianos, y por eso los líderes militares consideran que todos ellos son una amenaza, aunque no pertenezcan a ninguna OAE.
Así es cómo el trabajo de Ko Aung con los cristianos pasó a resultar peligroso. «Antes de producirse el golpe de estado, mi labor a favor de los cristianos no llamaba mucho la atención, pero ahora han cambiado las cosas. El hecho de que hiciera viajes frecuentes a las zonas de OAE (donde viven muchos cristianos) era considerado como una amenaza por los militares. Creían que trabajaba en su contra, ayudando a los grupos rebeldes jóvenes».
En Myanmar este tipo de sospechas conduce a presiones, vigilancia y arrestos. «Había una alta probabilidad de que fuera vigilado y arrestado por acusaciones falsas, ya que suponían que estaba colaborando con grupo antimilitares. Ya se habían dado casos así de denuncias y arrestos sin fundamento ni explicación. Algunas personas incluso murieron entre rejas».
Ko Aung recuerda esta época como un periodo de miedo constante. «No podía dormir», recuerda, «me despertaba aterrado cada vez que pasaba un coche. Mi salud se fue deteriorando día a día. Perdí peso, se me cayó el pelo. Cuando los militares vinieron cerca de nuestro pueblo, me escondí en la jungla».
La situación se volvió tan peligrosa que los colaboradores de Puertas Abiertas en Myanmar tuvieron que ayudarle a huir a otro país más seguro. A Ko Aung le aterraba la posibilidad de que le detuvieran en el mismo aeropuerto de salida, pero finalmente se armó de valor y pudo evadirse. «Gracias a la protección del Señor, las autoridades de inmigración no me hicieron muchas preguntas», recuerda este hermano.
Ahora Ko Aung está rehaciendo su vida en otro país. «Puertas Abiertas me ha ayudado a llegar aquí y me están ayudando a sobrevivir. Están siempre en contacto conmigo para asegurarse de que estoy bien. Quiero agradecer la ayuda que me habéis dado y las oraciones hechas por mí».
Aunque Ko Aung está a salvo en su nuevo país, está lejos de su hogar y su familia. A veces, la distancia y la soledad le pesan mucho. La separación puede ser muy dura. «En febrero de 2022, falleció mi madre. Como [estoy todavía] en la lista de sospechosos, no pude volver a mi pueblo. Me dolió muchísimo no poder volver a verla una última vez».
La situación de Ko Aung es más segura ahora, pero no por ello está fuera de peligro. «Me he reubicado, pero sé que no estoy completamente a salvo. Si me arrestaran aquí por cualquier motivo, me podrían deportar a Myanmar. Intento tomar precauciones para que no se filtre ninguna información rastreable en las redes sociales. Es posible que esté en la lista de fugitivos buscados en Myanmar, y tengo que ocultar mi localización».
Aunque Ko Aung ha abandonado su país, está todavía en contacto con su familia y sus amigos en Myanmar. Pero la creciente sofisticación tecnológica de la junta militar hace que incluso los medios más básicos de comunicación puedan ser peligrosos.
«Necesito tener cuidado al hacer amigos y ser capaz de identificar a las personas correctas con las que puedo compartir. Debo de estar muy atento porque puede que haya espías fingiendo ser cristianos, incluso dentro de las iglesias». A pesar de todo, Ming está agradecido al hermano Hao Ran*, un colaborador local de Puertas Abiertas que ha estado orando con él, discipulándole y caminando con él en sus luchas.
«Os ruego que oréis por mí, para que pueda permanecer firme en la fe cuando paso por tiempos difíciles. Orad para que esté seguro en el país donde estoy».
«Si mis hermanos en la aldea se ponen en contacto conmigo, los militares podrían enterarse porque frecuentemente monitorizan los móviles de la gente. Si quiero tener noticias de mi familia, me pongo en contacto con mis hermanos que viven en las ciudades». Además, la junta ha prohibido las redes sociales como Facebook y Twitter, y también las VPN (redes privadas virtuales). Los conocimientos tecnológicos del gobierno llegan incluso más allá de internet. «En Myanmar, la gente tiene miedo de comentar asuntos políticos por teléfono», advierte Ko Aung. «Temen que los militares puedan estar espiando sus conversaciones. No solemos usar el Messenger de Facebook porque el gobierno espía las aplicaciones de mensajería y las líneas telefónicas».
Ko Aung sabe que la persecución en Myanmar probablemente seguirá creciendo, sobre todo en vista de que el gobierno ha comprado últimamente tecnología avanzada de China, que se especialilza en la vigilancia digital. «Es obvio que el espionaje seguirá avanzando en el futuro. En las ciudades grandes vemos muchas cámaras de vigilancia por circuito cerrado. Las autoridades intentan adoptar el proyecto (chino) de ciudad inteligente con sistemas de reconocimiento facial. Así consiguen ayuda para montar las infraestructuras, habilitar la tecnología e incluso traer a técnicos de China».
Aunque está más seguro en su nuevo país, Ko Aung todavía se esfuerza por perdonar a las personas que le han perseguido a él y a otros cristianos en Myanmar. Siente que Dios está obrando en su corazón. «Al principio, fue duro perdonar a mis perseguidores», reconoce Ko Aung, «pero Dios me ha enseñado a través de su palabra que todas las cosas ocurren para bien. Ahora que ya he sufrido la persecución, me es más fácil comprender el dolor de los cristianos que sufren por la fe. Incluso tiene esperanza de que el Evangelio alcance a la junta militar. «Creo que después del golpe de estado, los jóvenes están ahora más abiertos a otra fe que no sea el budismo».
Ko Aung sueña con volver a Myanmar; él quisiera de todo corazón poder servir a los cristianos perseguidos en su país natal. También recuerda que los cristianos de Myanmar sufren de muchas maneras, no solamente por ser señalados por la junta militar.
«En varias aldeas remotas los cristianos nunca estuvieron escolarizados y están ecnómicamente muy por debajo de la media», afirma. «Ni siquiera tienen luz eléctrica. Cuando se acabe el gobierno militar y mejore la situación, quiero volver a mi hogar para continuar colaborando con Puertas Abiertas sirviendo a los cristiano étnicos de zonas remotas».
«Os ruego que oréis por mí, para que pueda permanecer firme en la fe cuando paso por tiempos difíciles. Orad para que esté seguro en el país donde estoy. Orad también por los cristianos de mi país. Hay varios lugares en Myanmar donde están quemando iglesias y los creyentes tienen que huir a la selva para esconderse. Han muerto ya muchas personas. Seguid orando por la seguridad de los cristianos que están muy vulnerables en mi país».
Las oraciones y apoyos de los colaboradores de Puertas Abiertas han ayudado a Ko Aung a escapar y a encontrar un lugar seguro en otro país. Seguimos apoyando a Ko Aung (aunque ya no se encuentra en Myanmar) con ayudas prácticas, consejo espiritual y oraciones. Además tenemos colaboradores de Puertas Abiertas trabajando sobre el terreno en Myanmar. Tu donativo puede ayudar en esta labor vital para proporcionar pisos francos, ayudas prácticas, Biblias y mucho más. Colabora con la iglesia en Myanmar y demuestra a los creyentes que ¡no están solos!
*Nombre ficticio e imagen representativa utilizados por motivos de seguridad.