La mayoría de los colombianos son cristianos: el 95 % de la población de 51,6 millones. Pero los cristianos todavía no están a salvo en Colombia, la persecución sigue presente.
Cuando el presidente colombiano Gustavo Petro ascendió al poder el año pasado, prometía un plan de «paz total». No obstante, esta promesa no se ha materializado todavía en el último año. Por el contrario, los líderes de iglesias continúan siendo acosados, extorsionados y asesinados debido a la violencia derivada de la lucha por el control territorial entre grupos guerrilleros, bandas de narcotraficantes y otros grupos armados. Los cristianos en estas zonas que se atreven a denunciar públicamente la corrupción y la violencia sufren ataques como consecuencia de su valiente búsqueda de la justicia. De igual modo, los líderes religiosos que se oponen a las actividades delictivas en sus sermones también pueden ser blanco de ataques. Aquellos creyentes que trabajan con jóvenes o defienden los derechos humanos y medioambientales corren el riesgo de sufrir la violencia de estos grupos armados. En general, cualquier acción que un grupo armado considere desafiante o se oponga a sus actividades ilegales es considerada como un motivo suficiente para desencadenar ataques violentos o presión.
En algunas comunidades indígenas, existe un rechazo significativo hacia los misioneros cristianos y todos aquellos que han abandonado las prácticas tradicionales para seguir a Jesús. Como resultado, estos creyentes pueden ser objeto de amenazas, encarcelamientos injustos, abusos físicos y pérdida del acceso a necesidades básicas como agua, electricidad, educación, sanidad e incluso la expropiación de sus propias tierras. Esta hostilidad puede aislar a los cristianos por completo de su sociedad y dejarlos cada vez más vulnerables y sin protección ante la violencia que azota muchas zonas rurales de Colombia.
Asimismo, se ha detectado una creciente intolerancia hacia las opiniones cristianas en la esfera pública, especialmente en cuestiones relacionadas con la vida, la familia, el matrimonio y la libertad religiosa. En ocasiones, los cristianos pueden ser acusados de incitación al odio e intolerancia, lo que fomenta la autocensura.
La situación en Colombia apenas ha experimentado cambios significativos en el último año, a pesar de los breves y frágiles periodos de tregua durante las negociaciones de paz, que han generado una leve disminución en la presión y la violencia contra los cristianos. El derramamiento de sangre persiste a pesar del cambio de gobierno, y los grupos armados se resisten a entregar sus armas o ceder sus territorios. En las áreas que están totalmente controladas por estos grupos guerrilleros, cualquier cristiano que defienda sus derechos o los de otras personas vulnerables se expone a sufrir ataques y agresiones de cualquier tipo, o incluso a ser asesinado.
Todavía se mantienen muchas zonas de Colombia bajo el estricto y total control de estos grupos armados, por lo que las acciones permitidas o prohibidas para los cristianos varían según la región y el grupo que controla cada área. En muchas zonas rurales del país, el mero acto de hablar de Jesús en público puede conducir a un cristiano a la muerte. En otras comunidades indígenas, se ha percibido una marginación constante hacia las personas que deciden abrazar el cristianismo.
«Los cristianos aquí deben reunirse en la clandestinidad, por la noche, en silencio, en un lugar apartado que cambia constantemente para evitar ser descubiertos»
David (nombre ficticio), cristiano indígena perseguido por su fe (agosto de 2023)
Los cristianos que residen en áreas controladas por milicias armadas son los que tienen más probabilidades de experimentar violencia debido a cualquier tipo de testimonio público sobre su fe. Además, algunos creyentes que abandonan sus tradiciones espirituales autóctonas pueden sufrir presiones y abusos por parte de su familia y comunidad.
En algunas áreas de Colombia, las mujeres cristianas son víctimas de todo tipo de ataques, tanto por grupos rebeldes como por el propio gobierno. Las milicias armadas cometen públicamente agresiones sexuales contra mujeres cristianas. En determinadas comunidades indígenas, aquellas mujeres que dicen abiertamente seguir a Jesús empiezan a recibir aún más presiones si se niegan a seguir los ritos y prácticas propias del grupo indígena.
Estas mujeres pueden enfrentarse a la privación de servicios sanitarios básicos, incluyendo atención prenatal y de maternidad. En áreas bajo el control de bandas de narcotraficantes, las familias cristianas pueden recibir amenazas si no acceden a «vender» a sus hijas a dichas bandas, las cuales podrían someterlas a abusos sexuales o forzarlas a mantener relaciones.
En las regiones colombianas afectadas por conflictos armados, los hombres cristianos reciben un nivel de amenazas y violencia superior al experimentado por las mujeres cristianas, debido a esa visión cultural que los designa como principales sustentos familiares. Por ello, atacar a un hombre se interpreta como un asalto directo a la integridad de toda la unidad familiar. Los hombres cristianos son víctimas de la extorsión por parte de grupos armados; resistirse o negarse a pagar puede llevarlos a la muerte. Asimismo, los pastores y predicadores pueden ser víctimas de agresiones físicas, extorsiones de dinero, expulsiones de sus hogares o incluso asesinatos.
En algunas comunidades indígenas, los hombres que deciden ser cristianos empiezan a sufrir intensas presiones que se traducen en palizas, acoso, amenazas o ser enviados a realizar trabajos forzados en otro territorio.
Los hombres y niños cristianos también están expuestos al secuestro, el reclutamiento forzoso y la violencia perpetrada por grupos armados criminales. Cuando los niños son obligados a unirse a estas milicias, enfrentan fuertes presiones y amenazas por su fe. La situación se vuelve tan difícil que muchos de ellos se ven obligados a huir con toda su familia.
Thiago (nombre ficticio) es un adolescente colombiano cristiano cuyo hermano fue reclutado a la fuerza y posteriormente asesinado por una milicia armada. Ahora, tiene un mensaje para este grupo terrorista que asesinó a su hermano:
«Me gustaría decirles [a esos guerrilleros] que les perdono a pesar de todo el mal que han causado, ya que quizás no eran plenamente conscientes o no habían reflexionado sobre las consecuencias de sus acciones. Yo no guardo rencor»
thiago (nombre ficticio) (septiembre de 2023)
Puertas Abiertas fortalece a la Iglesia perseguida en Colombia a través de la distribución de Biblias, formación, atención postraumática, proyectos de desarrollo comunitario, asistencia de emergencia, educación y la provisión de casas seguras para niños.