Rita, de 42 años y madre de dos hijos, se despertó al sentir que todo temblaba debajo de ella y a su alrededor cuando se produjo el primer terremoto el lunes por la mañana. «Mi primera oración fue: Dios, mantén la tierra ceñida por ti».
Cuando se produjo la segunda oleada de seísmos, Rita pensó que Dios no estaba respondiendo a su oración. En ese momento, un versículo vino a la mente de Rita. Era Romanos 8:28: «A los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien». Tuvo paz en su corazón todo el tiempo, y confiaba en que Dios es bueno, incluso cuando vio que las manos de su hijo estaban heridas.