El hermano Andrés, también conocido como «el contrabandista de Dios» y fundador de Puertas Abiertas, era conocido por organizar encuentros con personas que el mundo considera terroristas y enemigos. El hecho de que alguien atacara violentamente al pueblo de Dios o dirigiera campañas violentas no significaba que el Hermano Andrés no quisiera compartir el Evangelio con él; de hecho, eso le hacía desear aún más compartir el amor de Jesús.
Desde guerrilleros en América Latina a brutales líderes de milicias en África, pasando por los jefes de organizaciones terroristas en Oriente Medio y el Golfo, Andrew insistió en reunirse con ellos. Les hablaba de Jesús, les regalaba Biblias y oraba por ellos. Siempre le gustaba decir «Será mejor una Biblia que una bomba».
Alguien al que siempre quiso conocer era Osama Bin Laden, el notorio líder del grupo islámico extremista Al Qaeda, pero nunca tuvo la oportunidad. Sin embargo, Andrés oraba por él todos los días —y desafiaba a otros a hacer lo mismo, preguntándoles: «¿Ya has orado por Osama Bin Laden hoy?». Esa pregunta tendría que seguir desafiándonos a orar por nuestros enemigos. Al fin y al cabo, refleja el mandamiento de Jesús en Mateo 5:44 de amar a nuestros enemigos y orar por los que nos persiguen.
Si nos tomáramos en serio este mandamiento y la pregunta del hermano Andrés, ¿por quién oraríamos hoy?
¿Qué te parece si oramos por Kim Jong Un, el infame líder de Corea del Norte, el país que ocupa el primer puesto en la Lista Mundial de la Persecución?
Kim Jong Un es el tercer gobernante de la dinastía Kim en Corea del Norte. Su padre, Kim Jong-Il, lideró el país entre 1994 y 2011. Y su abuelo, Kim Il Sung, fue quien fundó Corea del Norte como lo conocemos hoy —y también instauró el culto hacia la familia Kim durante sus casi 60 años de mandato.
Pero tal vez te sorprenda que esta parte de la península coreana no siempre ha sido tan cruel con los cristianos. Durante los siglos XVII y XVIII, el cristianismo floreció —tanto que, en la primera mitad del siglo XX, se la consideraba «la Jerusalén del Este» .
Tras la Segunda Guerra Mundial, Corea fue dividido en dos partes: la primera fue ocupada por la Unión Soviética, y el sur por los aliados occidentales. Esto dio lugar a la creación de las dos naciones peninsulares que conocemos hoy: la Corea comunista en el norte, liderada por la familia Kim, y la Corea democrática en el sur, aliada en gran manera con el mundo occidental.
Cuando Kim Il Sung tomó el control de Corea del Norte en 1948, venía de un contexto inesperado. Se cree que sus padres eran cristianos — su madre era una diácona presbiteriana y, de hecho, el primer líder norcoreano estudió en un colegio cristiano, donde tocaba el órgano. Aun así, cuando Kim llegó al poder, la persecución de los cristianos comenzó de manera inmediata —y brutal. Muchos curas norcoreanos fueron ejecutados y los líderes protestantes que no huyeron al Sur también fueron ejecutados o relegados a la clase social más baja. La mayoría de los cristianos que tuvieron la oportunidad huyeron a Corea del Sur al comienzo de la dinastía Kim.
Desde entonces, la persecución de los cristianos ha continuado en Corea del Norte, y su brutalidad es impactante —con ejecuciones por distribuir Biblias y terribles encarcelamientos en el sádico sistema de campos de trabajo del país. Kim Jong-Il y Kim Jong-Un intensificaron la persecución de los cristianos mediante controles fronterizos más estrictos y más espías enviados a China para infiltrarse en las redes de misioneros. El régimen llevó a cabo más registros domiciliarios aleatorios y ordenó castigos todavía más duros.
El objetivo doble sigue siendo el mismo: acabar con cualquier movimiento religioso que pueda amenazar el gobierno de la familia Kim y eliminar la presencia cristiana en el país. A pesar de los duros castigos, sigue existiendo una Iglesia clandestina en Corea del Norte. Puertas Abiertas calcula que hay unos 400 000 cristianos que viven su fe en secreto. «Es un milagro», afirma el hermano Simon*, coordinad ordel ministerio de Puertas Abiertas para los norcoreanos. «Dios vela por la Iglesia norcoreana. Pero nunca debemos olvidar el alto precio que pagan estos cristianos. Corea del Norte es sin duda el lugar donde más cuesta la fe».
Tanto el desafío del hermano Andrés como las palabras de Jesús siguen en pie: ¿Vamos a orar hasta por este líder, que tiene en sus manos la sangre de tantos cristianos? Por supuesto, la respuesta es un «sí» rotundo. Los cristianos siempre han orado por quienes les persiguen , y Kim Jong Un no es la primera ni la última persona que ha intentado acabar con el pueblo de Dios.
Señor, te ruego que toques los corazones de Kim Jong Un y el resto de líderes de Corea del Norte. Oro que tú des denuedo a tu pueblo para soportar la opresión y que levantes personas en todo el mundo en oración por este país. Amén.