En una comunidad de casas edificadas sobre pilotes para suelos vulnerables, donde el flujo y reflujo de las mareas determina la vida cotidiana, una niña cristiana de 12 años llamada Jenny está labrando un nuevo camino para sí misma y para las generaciones futuras.
Jenny procede del sur de Filipinas. Entre las 13 tribus musulmanas de su región, la suya es una de las más discriminadas, hasta el punto de que las oportunidades para acceder a una buena educación parecen estar muy lejos de su alcance. En la cultura de esta niña, la tradición a menudo eclipsa la búsqueda del aprendizaje: por ello, muchos jóvenes se encuentran con la única opción de seguir el camino familiar de casarse a una edad temprana, a menudo tan pronto como alcanzan la pubertad. El matrimonio precoz ha limitado durante mucho tiempo el potencial de innumerables adolescentes y jóvenes de su comunidad.
Esta niña procede de una de las etnias más pobres del sur de Filipinas. Este grupo étnico vive de la pesca en barco, pero sus esfuerzos se ven a menudo minados por los piratas en el mar y los prejuicios de otras tribus.
«Me tratan mal (...), se alejan de mí. También oigo rumores e insultos a mis espaldas, no sólo sobre mí, sino también sobre mi familia».
Las jóvenes como Jenny son obligadas a casarse en cuanto les viene la regla. A lo largo de los años, el gobierno las ha etiquetado como personas DOME (desposeídas, oprimidas, maltratadas y explotadas). Se enfrentan a abusos físicos que temen denunciar a las autoridades porque se sienten impotentes. Cuando las jóvenes como ella son obligadas a casarse con hombres mayores, a menudo no pueden negarse, sobre todo si sus padres reciben grandes sumas de dinero a cambio.
Además de estas dificultades, estas tribus sufren muchos más factores de discriminación y persecución. Desde marginación económica, escasas posibilidades de empleo, acceso restringido a servicios esenciales, asistencia sanitaria e infraestructuras, hasta aislamiento social, acceso limitado a servicios básicos y conflictos por la posesión de la tierra.
Una vez que los miembros de estas tribus dan la espalda a su tradición y se atreven a creer en Jesús, se enfrentan a una doble vulnerabilidad: ya están marginados debido a su tribu, y ahora sufren también la persecución dentro de su comunidad por seguir a Jesús. Ser conocidos como cristianos les expone a más discriminación, menosprecio, denegación de prestaciones y exclusión de la comunidad. Su marginación se ve agravada por la estigmatización y los estereotipos, y su falta de representación política les dificulta influir en las políticas que afectan a sus derechos y su bienestar.
Jenny suele ayudar a su madre y a su hermana en las tareas domésticas. Su padre trabaja sin descanso como pescador para cubrir sus necesidades básicas, mientras que su madre se dedica a cuidar de su hogar. Después de ayudarla, se va a la escuela con su hermana mayor, para lo que tienen que hacer un recorrido a pie de 30 minutos desde su casa.
«Gracias al programa de alfabetización, he desarrollado una gran capacidad de lectura y escritura, lo que me permite llevar mejor mis estudios».
En la escuela, Jenny confiesa que es discriminada a causa de su fe en Jesús por sus compañeros y profesores, que basan sus opiniones únicamente en su origen tribal. En consecuencia, a menudo se encuentra aislada, sin muchos amigos y desprotegida en un entorno que debería facilitar su aprendizaje.
«Me tratan mal porque no puedo comprar las mismas cosas que ellos. Aunque estemos en el mismo sitio, se alejan de mí. También oigo rumores e insultos a mis espaldas, no sólo sobre mí, sino también sobre mi familia».
Jenny y su familia han soportado un inmenso dolor y angustia como consecuencia de los prejuicios a los que se enfrentan, simplemente por pertenecer a una tribu de bajo rango. Esta discriminación tan cruel los ha llevado a una situación económica realmente preocupante.
«Mi padre trabaja muy duro, día y noche, yéndose lejos de casa para pescar y mantener a nuestra familia. Cuando vuelve, nos reunimos todos juntos los domingos para el culto, que es un momento precioso y que valoramos mucho como familia».
El padre de Jenny es un trabajador muy entregado que se enfrenta a la persecución por parte de sus propios compañeros pescadores. Debido a su inquebrantable fe en Jesús, se le restringe injustamente la pesca en determinadas zonas.
Estos obstáculos están empeorando su difícil situación económica, haciendo cada vez más difícil conseguir el sustento para toda su familia.
Por si fuera poco, también tiene que enfrentarse a los pescadores rivales que intentan dominar sus zonas a pesar de no corresponderles legalmente en el reparto de áreas de trabajo. Esto ha provocado una avalancha de amenazas, violencia e incluso asesinatos dentro de su comunidad, dejando al padre de Jenny en riesgo constante tanto por pertenecer a esta facción de pescadores como por su fe en Jesús. A pesar de todas estas luchas, él y su familia confían en que Dios proveerá de todo lo que necesiten.
Sin embargo, esta incertidumbre y sufrimiento constante al final hacen mella en cualquier niña de 12 años. Y Jenny no puede olvidar la primera vez que vio llorar a su padre.
Durante varios días, hubo mucho caos en la zona de pesca debido a la violencia por parte de los pescadores rivales que incluso atacaron y mataron a algunos de los compañeros cristianos del padre de Jenny. «Me rompió el corazón ver a mi padre tan roto», recuerda Jenny con lágrimas en los ojos. «No pudo pescar durante varias semanas; pero, aun así, estoy agradecida a Dios por haber cuidado de nosotros».
Ahora que está en su cuarto curso del colegio, Jenny siente una fuerte pasión por aprender. En respuesta a esta necesidad, Puertas Abiertas puso en marcha como colaborador local allí una clase de alfabetización, para dar a Jenny y a muchas otras como ella una alternativa y la oportunidad de soñar.
Con este programa de alfabetización, Jenny no sólo cuenta con las herramientas necesarias para sobresalir académicamente, sino que se ha encendido una poderosa llama en su interior: ahora puede soñar, y soñar a lo grande. «Gracias al programa de alfabetización, he desarrollado una gran capacidad de lectura y escritura, lo que me permite llevar mejor mis estudios», dice.
La asignatura favorita de Jenny son las matemáticas. Le gusta la idea de poder resolver problemas; de hecho, con lo que ha aprendido, ahora puede ayudar a su madre. «Cuando mi mamá y yo vamos juntas al mercado, la ayudo a contar el pago de comprar la comida».
«Quiero influir positivamente en la vida de los demás. Quiero ser profesora o líder de jóvenes en una iglesia en casa y ayudar a los demás a crecer en la fe».
Jenny quiere dar muchas gracias a las personas que la están ayudando en este camino para aprender: «Estoy realmente agradecida por el apoyo prestado a la clase de alfabetización. No solo ha ayudado a muchos niños como yo, sino que también nos ha inspirado a soñar en grande, sabiendo que tenemos a Jesús a nuestro lado».
Durante la Navidad, Jenny y su familia se reúnen junto a su iglesia en casa para celebrar un culto lleno de canciones y bailes, con una comida para compartir. Ahora mismo, Jenny se siente entusiasmada con la próxima llegada de estas fiestas.
«Me encanta la Navidad porque me llena de felicidad», confiesa mientras no puede contener la sonrisa en su rostro. «Es la única vez en todo el año que recibo un regalo, lo que la hace muy especial, y también recordamos cuánto nos quiere Dios a mí y a mi familia». Y quiere añadir también lo que es más especial para ella de estas fechas: «Jesús murió por nuestros pecados. Durante la Navidad, recuerdo cuánto nos ama a mí y a mi familia».
La Navidad pasada, Jenny oró por buena salud para sus padres. Ahora, sueña con crecer y hacer que sus padres estén orgullosos de ella con la ayuda de Dios, mientras imagina la persona en la que se convertirá. «Quiero ser profesora o líder de jóvenes en una iglesia en casa, como mi hermana, y ayudar a los demás a crecer en la fe».
Te animamos a unirte en oración por la educación de Jenny, para que marque ese impacto positivo en su comunidad de Filipinas.